De pronto sentí los dedos ansiosos que me soltaban los botones de la camisa, y sentí los ojos peligrosos de la bestia acostada a mis espaldas, y sentí que me hundía en las delicias de las arenas movedizas de su ternura. Pero se detuvo de golpe, tosió desde muy lejos y se escurrió de mi vida.
Alejandro Lima,
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